sábado, mayo 25, 2013

"Grandes enigmas frente a la ciencia" de Manuel Carballal, este mes con la revista ENIGMAS


En 1669 el alquimista alemán Hennig Brandt intentaba, como otros muchos ocultistas y esoteristas europeos, encontrar la Piedra Filosofal. Hijo de su tiempo, hoy quizás trabajaría en alguno de los grandes laboratorios químicos o farmacéuticos de una multinacional. Pero en pleno siglo XVII, su paradigma científico era muy diferente. Brandt combinaba diferentes compuestos, siguiendo la tradición hermética, en busca de una fórmula secreta que le permitiese cambiar la composición de la materia, y también del espíritu. Y en aquella pasión invirtió toda la fortuna de su primera esposa, y también de la segunda.

En un momento determinado, y como sugerían algunos tratados alquímicos antiguos, comenzó a experimentar con la orina, rica en fosfatos PO43-, como el fosfato de sodio, y otros compuestos orgánicos basados en el carbono. Colocando sus tubos de ensayo sobre la llama del horno alquímico, los átomos de oxígeno de los fosfatos reaccionaron con el carbono, produciendo monóxido de carbono, y permitiendo que los átomos del fósforo P se liberasen en forma de gas. Y así es como el viejo alquimista descubrió el fósforo. Hoy, cada vez que encendamos una cerilla, deberíamos recordar que esa aportación a la comodidad de nuestras vidas, llegó de un ocultista.

De hecho todo lo que percibimos del mundo que nos rodea, y nuestra forma de entender la realidad, está condicionado por el hombre que estableció las bases de la ciencia, tal y como hoy la entendemos. Y el paradigma científico que en el siglo XXI estructura nuestro conocimiento de la física, la química y las matemáticas, era otro astrólogo, alquimista, numerólogo y ocultista contemporáneo de Hennig Brandt, y tan influenciado por las tendencias científicas de su tiempo como él: Isaac Newton.

Hoy, muchos académicos se revuelven en sus poltronas universitarias cada vez que un estudiante saca a colación la vida secreta del mayor físico y matemático de todos los tiempos. Pero por mucho que lo intenten, la biografía de Newton es solo una. Y el científico más influyente de la historia enunció sus teorías astronómicas, matemáticas y físicas, mientras buscaba la piedra filosofal, mientras estudiaba los tránsitos astrológicos, y la vida más allá de la muerte.

Incomoda pensar, como sugiere el profesor de historia y filosofía Willian Newman, “que el descubrimiento de las leyes de la gravedad, también nacen del cuerpo hermético de la alquimia, tradición del gnosticismo, que Newton conocía como atestigua su propia tradición de la tabla esmeralda de Hermes. Específicamente de lo que en el hermetismo, como es enunciado en textos como el Kybalion, se conoce como la ley de atracción y repulsión, que rige el movimiento universal. Asimismo la armonía de las esferas, de Pitágoras, el ocultista iniciado en la arcana egipcia, es una clara influencia en las leyes del movimiento del universo newtoniano. La influencia del alquimista suizo en la Royal Society, de la cual Newton era miembro, ha sido documentada. La historia pop nos dice que Newton descubrió esto cuando le cayó una manzana, y sin embargo, un hombre que vivió 85 años dedicado con una disciplina inexorable, casi en un rapto místico, lejos de las distracciones de la carne, ciertamente lo había suscitado por su propio estudio y llamad, avizorando las leyes transparentes del Gran Arquitecto Cósmico, que en el universo mecánico de Newton era quien daba cuerda con sus armonía celeste al mundo”.

En 1994 tuve la oportunidad de conocer al Dr. Brian David Josephson. Josephson es un eminente físico galés, profesor de la Universidad de Cambridge y miembro del influyente Trinity College. Un físico con el suficiente prestigio como para que, en 1973, la academia sueca decidiese concederle el Premio Nobel de Física por sus predicciones teóricas sobre las propiedades de los superconductores, que hoy llevan su nombre: el efecto Josephson. Pero en 1994 yo no coincidí con el Dr. Josephson en un congreso de física, ni en un seminario sobre electrónica, ni tampoco en un simposio sobre fractales o superconductores. El Dr. Josephson, tan libre de prejuicios como Newton, había decidido que en el ámbito de lo paranormal era posible encontrar elementos de interés para la ciencia, y había viajado a Madrid para participar, con otros audaces científicos, en el Congreso Mundial de Parapsicología que se celebraba en dicha ciudad.

Como otros miembros de la Royan Society, y como Newton antes que ellos, el Dr. Josephson considera que “si los científicos en general denuncian una idea, esto no necesariamente debe tomarse como prueba de que dicha idea es absurda, sino que hay que examinar cuidadosamente los motivos alegados para tales opiniones y juzgar si estos resisten un examen detallado”. Para el Nobel de Física   los físicos tratan de reducir la complejidad de la naturaleza a una teoría unificadora única, de las cuales la que ha tenido más éxito es la teoría cuántica, que se ha asociado con varios premios Nobel, por ejemplo, los de Dirac y los intentos originales de Heisenberg. Max Planck, hace cien años cien años, para explicar la cantidad exacta de energía radiada por los cuerpos calientes, inició un proceso de captura, en forma matemática, de un mundo misterioso y elusivo que contiene "interacciones fantasmales a distancia". Sin embargo, con bases objetivas suficientes para dar lugar a inventos como el rayo láser y el transistor. La teoría cuántica está siendo fructífera en combinación con las teorías de la información y la informática. Estos desarrollos pueden conducir a una explicación de procesos que todavía no se entienden dentro de la ciencia convencional, como la telepatía, un área en la que Gran Bretaña está a la vanguardia de la investigación”. 
Los mismos tradicionalistas de la ciencia, cobardes, inmovilistas y convencionales, que intentan ocultar la biografía esotérica y ocultista de Isaac Newton, intentaron acallar la voz de Brian Josephson, acusándolo de charlatán, visionario y pseudocientífico… Pero ninguno de ellos tenía un Premio Nobel para avalar sus razonamientos. Y Josephson, audaz y temerario, llegó a escribir: “la parapsicología debe convertirse ahora en un campo de investigación convencional, y sin embargo, las reclamaciones de la parapsicología no son aceptados en general". Más aún, el Premio Nobel de Física, en 1973 se atrevió a comparar la situación e las teorías parapsicológicas con las audaces hipótesis sobre la deriva continental de Alfred Wegener, una revolución intelectual que inicialmente recibió todo el desprecio y la desconfianza de la comunidad académica, pese a la solidez de las pruebas que aportaba su teoría. Sólo después de su muerte, la comunidad científica terminó por aceptar que sus hipótesis, aunque audaces y transgresoras, eran correctas.  Para Josephson exactamente eso es lo que está ocurriendo con hipótesis como la telepatía. “Muchos científicos  se sienten incómodos con ideas como la telepatía, porque sus emociones se interponen en el camino…”. 
Desde el principio de los tiempos el misterio ha supuesto el verdadero motor de la ciencia. Las incógnitas de fenómenos, más o menos extraños azuzaron la curiosidad de los más lúcidos pensadores que, movidos por esa inquietud, fueron ampliando con el paso de los siglos el conocimiento que tenemos de nuestro mundo, de nuestra vida y de nosotros mismos. La ciencia siempre ha evolucionado gracias a que audaces investigadores se atrevieron a avanzar un paso más allá de las fronteras de lo conocido, y en ese tenebroso mundo de lo inexplicado fueron apareciendo las respuestas a eternas preguntas. La física, la antropología, la geografía, la astronomía, la química, la medicina, la psicología y un largo etcétera, han avanzado gracias a que los más osados investigadores decidieron comprobar por sí mismos que entre las más variadas leyendas existía un fondo de razón.

Por suerte o por desgracia, el siglo XX y el XXI ha supuesto un avance extraordinario de las ciencias acompañado de un creciente escepticismo, a veces imprudentemente despectivo, para con las tradiciones esotéricas. Los llamados fenómenos anómalos han sido marginados al campo de la superchería, la estafa o en el mejor de los casos al folklore popular. Sin embargo, algunos investigadores estamos convencidos de que entre todos los aspectos del mundo de las anomalías se encuentran elementos de un extraordinario valor potencial para la ciencia y para nuestro conocimiento del mundo. Y lo mejor de todo es que no es preciso aceptar la existencia de espíritus, poderes secretos o extraterrestres para beneficiarse de esos conocimientos. Lo sorprendente del mundo del misterio es que, sin necesidad de alterar nuestro paradigma científico, podemos encontrar elementos de extraordinaria utilidad para nuestras ciencias.

Jamás se había tratado el mundo de lo paranormal desde esta perspectiva. Manifestando el extremismo que caracteriza a la cultura occidental, al afrontar el tema de los fenómenos anómalos se habían enfrentado dos posturas incompatibles. Por un lado se ha intentado tachar todo lo paranormal de anticientífico, supersticioso e irracional. Y por otro se ha atacado sistemáticamente a la ciencia convencional pretendiendo que las soluciones mágicas a todos nuestros problemas se encuentran en el esoterismo. Yo opino que hay un punto de equilibrio entre ambos planteamientos. Una intersección entre la magia y la ciencia que puede enriquecer extraordinariamente nuestro conocimiento del hombre y el universo. Para ello es necesario olvidar todo prejuicio y acercarse a las tradiciones mágicas, a las leyendas, al folklore y a la moderna fenomenología paranormal con la mente abierta. Y tras aislar la génesis de las leyendas, de la gran carga de supercherías añadidas que la rodea, podremos encontrarnos fascinantes conocimientos totalmente aprovechables para la ciencia, la antropología, la sociología, la psicología, la criminología, etc.

Desde la revisión de mitos como el hombre-lobo o los monstruos legendarios, hasta la casuística sobre Objetos Volantes No Identificados, pasando por los enigmas de la historia o la magia y brujería tradicionales, todos estos aspectos del misterio, relegados hoy al papel de creencias marginales, pueden aportarnos sorprendentes datos sobre distintas manifestaciones de la naturaleza. Y lo fantástico es que no es imprescindible creer en extraterrestres, demonios, hombres-bestia o seres de ultratumba para enriquecerse con estos fenómenos.

Hemos de tener presente que una cosa es la leyenda o el testimonio que recogemos de alguien que relata una experiencia con el misterio, y otra el fenómeno real que origina ese mito o esa experiencia. El objeto de este estudio es pacificar los extremos que con tanto fervor defienden creyentes y escépticos en los fenómenos anómalos. El lector juzgará si ello es posible.

“Grandes enigmas frente a la ciencia” (Libros Akásico, 2013) Este mes con la revista ENIGMAS

 
INDICE:

INTRODUCCION
MISTERIOS DE LA NATURALEZA
Los mutantes africanos
Dragones, saurios y criaturas que no pueden existir
Cíclopes, sirenas y demonios

LA VERDADERA HISTORIA DEL HOMBRE-LOBO
Galicia, tierra de lobos y de licántropos.
Manuel Blanco, el hombre-lobo
Un hombre-lobo en el banquillo
Y estalló el escándalo
El hipnólogo, la Reina y la sentencia
Un hombre-lobo para la historia

MISTERIOS DEL PASADO
Los muros sumergidos de la Atlántida
Petroglifos: Escritos en la piedra
Buceando en los textos sagrados

MISTERIOS DE LA MAGIA
La farmacopea de la selva
La ciencia mágica afroamericana
Zombi: Cuando la ciencia se encuentra con el mito

MISTERIOS DE LA MENTE
Los sueños… la última frontera
El misterio de la muerte

MISTERIOS DEL AIRE, DEL MAR Y DE LA TIERRA.

ANEXO I: LA HIPOTESIS EXTRATERRESTRE, UNA REFLEXION LOGICA
ANEXO II: CIENCIA y PSEUDO-CIENCIA versus ESCEPTICISMO y PSEUDO-ESCEPTICISMO







domingo, mayo 19, 2013

Manuel Carballal y Lorenzo Fernández CRONICAS DEL MISTERIO 34: Experiencias extracorporeas y "viaje astral"

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