Por Manuel Carballal
La situación era dantesca. Estaba agarrando por el cuello a un negro de metro ochenta, amenazándolo con el machete y exigiéndole que nos llevase de vuelta a la ciudad inmediatamente. La situación se nos había ido de las manos por mi culpa, y a voz en grito, nos enfrentábamos al brujo y a su docena de ayudantes, en aquélla remota playa a 40 km. De nuestro hotel en Puerto Príncipe...
Llegamos a Haití en pleno carnaval. Las calles de Puerto Príncipe estaban literalmente tomadas por la muchedumbre. Miles de haitianos se apiñaban en la Av. Le Place bailando, cantando y luciendo insólitos disfraces. Mientras intentábamos cruzar entre aquel gentío para llegar a nuestro hotel me tropecé de bruces con un negro enorme que, al volverse, se encaró a mi disfrazado de Barón Samedí, el señor de la muerte en la religión Vudú. Teniendo en cuenta que el objetivo de este viaje era presenciar la materialización de un "diablo", (no, no es broma) aquel haitiano disfrazado del Señor del Cementerio era una premonición poco halagüeña. Pero había recorrido miles de kilómetros, para investigar uno de los aspectos más increíbles del Vudú y, sobretodo, para intentar encontrar una prueba, de que el mundo invisible que perseguimos desesperadamente por medio mundo, es una realidad incuestionable. Y ni el Barón Samedí, ni el mismísimo Lucifer me iba a hacer renunciar de ese ansiado objetivo.
La situación era dantesca. Estaba agarrando por el cuello a un negro de metro ochenta, amenazándolo con el machete y exigiéndole que nos llevase de vuelta a la ciudad inmediatamente. La situación se nos había ido de las manos por mi culpa, y a voz en grito, nos enfrentábamos al brujo y a su docena de ayudantes, en aquélla remota playa a 40 km. De nuestro hotel en Puerto Príncipe...
Llegamos a Haití en pleno carnaval. Las calles de Puerto Príncipe estaban literalmente tomadas por la muchedumbre. Miles de haitianos se apiñaban en la Av. Le Place bailando, cantando y luciendo insólitos disfraces. Mientras intentábamos cruzar entre aquel gentío para llegar a nuestro hotel me tropecé de bruces con un negro enorme que, al volverse, se encaró a mi disfrazado de Barón Samedí, el señor de la muerte en la religión Vudú. Teniendo en cuenta que el objetivo de este viaje era presenciar la materialización de un "diablo", (no, no es broma) aquel haitiano disfrazado del Señor del Cementerio era una premonición poco halagüeña. Pero había recorrido miles de kilómetros, para investigar uno de los aspectos más increíbles del Vudú y, sobretodo, para intentar encontrar una prueba, de que el mundo invisible que perseguimos desesperadamente por medio mundo, es una realidad incuestionable. Y ni el Barón Samedí, ni el mismísimo Lucifer me iba a hacer renunciar de ese ansiado objetivo.
Los diablos de Haití
Existe abundante bibliografía sobre el fenómeno zombi, sobre los espectaculares trances Vudú, las posesiones de las hounsi, la magia de los houngan y los mambo (sacerdotes) y los siniestros poderes de los bokor (brujos), pero en toda la literatura que consulté durante las semanas anteriores al viaje no pude encontrar ni una sola referencia sobre los "diableros". Es cierto que existe bibliografía sobre "diablos", que a lo largo de la historia supuestamente han estado al servicio de los humanos, como el famoso caso de Torralba, pero sobre este fenómeno en Haití nada de nada.
Según mis fuentes, y según algunos relatos que había obtenido en un viaje anterior, se trataría de un escaso tipo de brujos que utilizarían la ayuda de seres no humanos, a los que llaman "diablos", para sus rituales mágicos. Dichas fuentes afirmaban que no se trataría de entidades invisibles, como los losas (dioses Vudú) sino criaturas reales que, a través de ciertos rituales secretos, podrían ser materializados en nuestro mundo, y que podrían ser vistos y fotografiados, con el debido permiso
Hace un par de años pude interrogar en Haití a algunos bokor que afirmaban poseer diablos a su servicio. Según ellos, cuando un bokor pacta con un diablo, este le concederá poder, dinero, fama, o mujeres durante una serie de años que previamente acordarán. Al transcurrir esos años, el diablo cobrara su parte... la vida y el alma del brujo. Lamentablemente no me permitieron ver ninguno por mí mismo.
¿Increíble...? Por supuesto, pero cuando mi buen amigo, y famoso periodista, Miguel Blanco me narraba su más increíble experiencia con lo sobrenatural, no podía menos que conceder a los "diableros" el beneficio de la duda. "Ocurrió hace 8 años. -relata Miguel Blanco-. Yo estaba en Haití grabando una serie de TV y un brujo muy famoso de Puerto Príncipe me preguntó si yo quería ver algo fuerte de verdad. Asentí, y me llevó a una casa, en la periferia de la capital donde me presentaron a un bokor que, según me dijeron, trabajaba con Diablos. Me pidieron una botella de ron y una vela, que pagó mi amigo. Yo no gasté ni un dólar en aquel ritual. Tras comprarla y regresar a la casa, me crucé con una mujer de color que salía de una habitación con el rostro desencajado. Entre en la habitación y me sentaron ante una caja de madera que pude inspeccionar para ver si tenía alguna compuerta secreta, con resultado negativo. Delante colocaron una barrera de sal entre la caja y yo. La taparon y comenzaron a invocar al diablo. Al cabo de un buen rato la caja comenzó a tambalearse con fuerza y escuché dos voces hablando dentro. Después quedó solo una voz que hablaba en creol (lengua oficial de Haití) arrastrando mucho la erre. Esa voz habló también en francés y en castellano y me dijo cosas de mi vida que no podía conocer nadie. Pedí si podía verlo, y entonces levantaron la cortina que tapaba la caja y vi a un ser de poco más de un metro de altura, de ojos amarillos, rostro extremadamente arrugado -como un anciano- y piel blanca. Pude verlo a solo metro y medio de mi durante cinco minutos. Después se despidió. Entonces taparon de nuevo la caja y al volver a destaparla ya no estaba..."
Este relato de Miguel Blanco me ha quitado el sueño más de una noche. En este caso la fuente era completamente fiable, además Blanco es un aventurero que ha convivido con Tuareg, que ha explorado el Amazonas, que ha recorrido La India, en fin, que está muy curtido en el trato con brujos de todas las latitudes. No es un tipo fácil de engañar, además no fuma, no bebe y, por supuesto, no consume drogas.
Poco después otro español me relataba su experiencia con un "diablo" de Haití. Se trata de Santiago M., un respetable topógrafo que viajó a Haití tras escuchar el relato de Miguel Blanco en el programa de radio "Espacio en Blanco". Su relato era prácticamente idéntico al de Miguel. "Me llevaron a una casa de dos pisos en Puerto Príncipe. Antes compramos una botella de ron. Me sentaron entre los tres brujos delante de una gran caja de madera, con una línea de sal entre ambos. Te confieso que cuando empezaron la invocación comenzó a apoderarse de mi el pánico. Tardó bastante, y yo empezaba a sentir terror. Sobretodo cuando la caja comenzó a temblar y escuche la voz del diablo, un poco gangosa. Me empezó a hablar en castellano diciéndome cosas personales, y cuando destaparon la caja lo vi perfectamente. Era una especie de mezcla entre hombre y animal, o algo así. Muy viejo y blanco. Se movía por la caja y, cuando se acercaba hacía mí el brujo golpeaba con un cuchillo la caja, y el diablo retrocedía... Te juro que nunca había pasado tanto pánico. De pronto taparon la caja y rápidamente volvieron a destaparla, pero cuando lo hicieron ya estaba vacía y no había ni rastro del diablo...".
Mientras interrogaba a estos testigos sentía una envidia infinita de quien había podido contemplar cara a cara a una criatura no humana. Esa era la ansiada prueba que yo llevo años buscando infructuosamente para consolidar una fe en lo invisible que no tengo. En estos momentos yo no podía imaginar que pocos meses después, yo mismo me sentaría ente esa gran caja de madera, y asistiría no a uno sino a dos rituales de "materialización" de "diablos" en Puerto Príncipe...
Debo añadir que, mientras preparábamos el viaje, descubrimos que, aunque todavía no existía bibliografía académica al respecto, entre algunas agencias de turismo españolas y dominicanas ya comenzaban a circular rumores sobre los "diableros" haitianos. Al parecer algunos otros occidentales habían tenido ya la oportunidad de presenciar el aspecto más fuerte e increíble de la brujería vudú.
Mientras conversábamos telefónicamente con un famoso brujo de Puerto Príncipe, Tony Guelin, preparando nuestro viaje, nos aseguró que podríamos ver un "diablo", y nos hizo una inquietante advertencia: "pero que no se os ocurra tomar fotos sin su permiso, por que hace unas semanas unos periodistas belgas quisieron fotografiarlo cuando se materializó y dispararon los flashes de las cámaras sin avisar. Mon General ("mi General", así llamaba el brujo al "diablo", al que además identificaba con Bahel, uno de los lugartenientes de Satán según los tratados de demonología medievales) se enfadó y mató a los tres...".
Inmediatamente aclaré a Guelín que no haríamos nada que pudiese desagradar al "General", y no por temor, sino porque creo sinceramente que cuando un profano se acerca a una religión o creencia extraña, debe mantener un respecto infinito. Además, mi objetivo era el de satisfacer angustiosas dudas personales, no ganar el premio Pulizer. Por otro lado, ¿quién demonios se iba a creer que un demonio se materializa en una caja en Haití por muchas fotos que yo presentase? ¿Alguna vez las fotos de Ovnis, del Yeti, de Nessi o de fantasmas se han considerado una prueba científica de lo paranormal...?.
La magia más sincrética del mundo
Haití es un país complicado. La primera república negra del mundo, un tanto marginada y despreciada por occidente, es además un hervidero religioso. Las misiones católicas y protestantes intentan luchar inútilmente contra la religión vudú que los haitianos llevan implantada en sus genes. Sin embargo el vudú no lucha contra el cristianismo, ni contra el judaísmo, ni contra el budismo, ni contra ninguna otra religión, al contrario, se nutre de ellas. Por ello no nos sorprendió demasiado encontrarnos en Puerto Príncipe con otro "diablero" que resultó ser un experto en Cábala judía y en hermetismo.
Yo ya había presenciado en Haití rituales de vudú en los que se mezclaban símbolos masónicos, rosacruces o hasta deidades hinduistas. El sincretismo vudú fagotiza toda forma de magia y religión, pero hasta ahora no había conocido ningún brujo haitiano que a la vez fuese cabalista y taumaturgo. Pero ese interesante personaje existía y ahora estaba ante nosotros.
Llegamos hasta él por intersección del colaborador en Haití de una conocida agencia de viajes (invito al lector a recordar este dato). Y no tuvimos demasiada dificultad para ganarnos su confianza. Los estudios de teología, un poco olvidados ya, me sirvieron para mantener el nivel de la conversación y despertar el interés del brujo. El Maestro Garret –que así se llama este insólito taumaturgo vudú- parecía contento de que unos blancos ignorantes siguiesen con tanta atención su discurso u pareciesen verdaderamente interesados en sus poderes. De esta forma, con mucha, pero mucha, mucha, paciencia, conseguimos que el Maestro Garret aceptase oficiar una ceremonia de materialización para nosotros. La verdad es que él lo estaba deseando.
El Maestro Garret, nos explicó que el ritual que realizaba era costoso, ya que debían utilizarse muchos tipos de inciensos, velas, agua bendita, ceras, ofrendas y muchos otros elementos que, lógicamente, deberíamos pagar nosotros, ya que éramos quienes pedíamos el ritual. Además habría de alquilar dos o tres vehículos, ya que tendríamos que desplazarnos a casi 40 kilómetros de Puerto Príncipe con todos sus oficiantes y ayudantes, porque la ceremonia debía realizarse en un lugar concreto. Conseguimos rebajar de 2.000 dólares a 250 el costo de los "gastos" del ritual, aportando nosotros parte de lo necesario. Entregamos a Garret el dinero, para que se hiciese cargo de comprar todo lo necesario y preparar el ritual, y sellamos el trato con un fuerte apretón de manos. Dos días después, según nos garantizaba el Maestro Garret, podríamos ver y hablar con Astarot, uno de los más legendarios personajes de la demonología de todos los tiempos... Cuando salíamos de la casa del Maestro Garret vi por el rabillo del ojo un gran cartel al otro lado de la calle; Astarote. El nombre del diablo que, aparentemente, estábamos a punto de conocer, coronaba una estafeta de lotería... parecía otra premonición...
Bahel: El general del infierno
Disponíamos de dos días más y aprovechamos para intentar localizar a otros diableros. Por una serie de circunstancias, de pronto nos vimos en un coche camino de algún lugar desconocido, con un famoso brujo haitiano al volante. Cuando llegamos a nuestro destino, una concurrida calle en la periferia de Puerto Príncipe, tomé un par de fotos de la zona, por si fuese preciso localizarla en un futuro. Después nuestro guía nos condujo por un estrechísimo callejón, entre otras dos casas y entramos por el lateral de una de ellas. En cuanto vimos la escalera de caracol, Miguel Blanco endureció el rictus y me susurro al oído: "Es aquí, esta es la casa donde vi el "diablo"". El lector se puede imaginar la emoción, tensión, alerta y temor que comenzamos a sentir.
Tal y como me había explicado Miguel, una antesala de espera, sin mobiliario alguno, era el preámbulo al "cuarto del Diablo". Curiosamente y como ocurriera 8 años antes, nos cruzamos con una mujer de color que salía de la siniestra habitación. Su rostro expresaba autentico terror, verdadero pánico. Cuando entramos descubrimos un cuarto de unos 3 por 4 metros. Sin muebles. Tan solo unas sillas frente a una gran caja de madera –de 2 metros de largo por 1 de ancho y 1 de alto- cubierta por una gran cortina negra. A su lado una pequeña mesa con algunos instrumentos extraños. Todo ello envuelto en una gran penumbra que permití ver con mucha dificultad.
Allí nos esperaba Jacques, un brujo negro... muy brujo y muy negro. No se trataba del "diablero" que 8 años atrás había mostrado a "Bahel" a algunos occidentales, como Miguel o Santiago. Según Guelín, aquel "diablero" había pactado con "Bahel" 30 años de éxito, dinero y poder. Había pasado ese plazo y "Bahel" vino para cobrar lo que era suyo y lo mató. Ahora es Jacques quien ha hecho un pacto con el...".
Jacques, al que casi no podía ver la cara en aquélla penumbra, era sobrino del "diablero" muerto, y tras su muerte había heredado su casa, su "cuarto del diablo" y su siniestra caja de madera. Y, al parecer, también sus secretos mágicos.
Antes de subir a la casa Guelin nos había hecho comprar una botella de ron y unas velas. Ahora, muy solemnemente nos invitaban a sentarnos ante la gran caja de madera. Jacques se sentó a mi lado.
Apenas había sitio para todos en el pequeño cuarto. Entre la caja y nuestras sillas, que estaban pegadas a la pared, había una gran tinaja llena de sal, con un cráneo en el centro. "La sal –nos decía Jacques, cuyos blancos dientes alumbraban como focos en la niebla- es para protegernos y para que "mon General" no salga de la caja...". Y digo yo, si el "diablo" se materializa y desmaterializa a voluntad, que importa que no pueda salir de la caja por delante...
Mientras miraba, es decir, intuía a Jacques deseaba que sonriese mucho para tenerlo localizado en aquélla inquietante penumbra... el condenado me había "confiscado" las grabadoras magnetofónicas, las cámaras de fotos y vídeo y la linterna.
Justo antes de comenzar, Miguel Blanco y yo pedimos permiso para rodear la caja en busca de alguna puerta oculta, trampilla o alguna conexión con otra habitación. Nada.
El brujo destapó la caja un momento para que viésemos que estaba vacía. Volvió a taparla con la tela y por fin comenzó el ritual. Jacques y sus ayudantes recitaban una inescrutable invocación al "diablo" Bahel mientras giraban una cómica carraca. No pasaron ni cinco minutos cuando la caja comenzó a temblar, a vibrar fuertemente. De pronto vi que por mi lado, en el ángulo inferior y a solo 15 o 20 cm. De mi pié derecho asomaba una especie de garra por debajo de la cortina. Era negra y parecía como de trapo. Aunque solo apareció un segundo y volvió a desaparecer dentro de la caja. Por un momento dude de mi vista pero lo mejor estaba por venir... Entonces Jacques nos invitó a entregarle el ron como saludo. Yo tomé la botella y la metí detrás de la cortina. Noté un fuerte tirón en la mano que me la arrebató con violencia.
Casi inmediatamente escuchamos una voz que provenía de la caja. Hablaba creol arrastrando la R de forma evidente. Nos preguntó que queríamos pedirle. Y le respondimos que solo verlo y fotografiarlo. Al General no le hizo mucha gracia lo de las fotos y se entabló una discusión entre el "diablo" y el "diablero". Como podrás suponer, amigo lector, mi pabellón auditivo estaba más abierto que las antenas de Arecibo. Debía de parecerme al "Chapies". Con el cuello extendido hacía adelante intentaba captar hasta el más mínimo sonido proveniente de la caja y ¡oh sorpresa!, en un par de ocasiones escuché con toda claridad carraspeos. El "diablo" estaba carraspeando. Una de dos, o el infierno no es tan ardiente y el "diablo" tenía gripe o estaba forzando la voz y allí había gato encerrado...
De pronto el brujo levantó la cortina y pudimos ver que la caja estaba vacía. En su interior había aparecido la estatua de un búho... "búho encerrado".
Había rodeado la caja, estaba seguro que no había tubos, ni micrófonos, ni cables ¿de donde venía aquélla voz?. Jacques volvió a tapar la caja, insistimos en nuestro deseo de ver físicamente al "diablo" que, tras una breve discusión, aceptó. En ese instante nos invitaron a taparnos la nariz, ya que "al materializarse desprende un olor pestilente". Efectivamente comenzamos a detectar un auténtico pestazo a amoniaco. Entonces Jacques levantó la cortina y ¡voila!, allí estaba. Desde mi ángulo, un poco más lateral que el de los demás, pude ver que se trataba de un joven negro agachado y torpemente tapado con una capa roja, que hizo además de atacarnos. Instantáneamente Jacques arrojó un puñado de sal a la caja y la tapó con la tela. Volvió a destaparla y la caja estaba vacía... Miguel Blanco me miró inmediatamente susurrándome "esto no es lo que yo vi la otra vez, esto es un truco". ¡Touche!.
Sonriendo de satisfacción por nuestra cara de pasmo – a los blancos se nos ve mejor en la penumbra- Jacques se levantó y rodeó la caja (se que se levantó porque su dentadura sonriente delataba sus movimientos). En ese instante pude aprovechar para coger un puntero láser que llevaba en mi equipo y enfocarlo dentro de la caja sin que nadie me viese, para intentar calcular su profundidad y ¡sorpresa!. La caja –por dentro- aparentaba solo un metro y medio de larga. Era algo más pequeña de lo que a mí me había parecido por fuera. Tuve que esperar a que concluyese el ritual para poder recorrer de nuevo la caja al salir de la sala, sin levantar sospechas. Efectivamente, por fuera la caja medía dos metros... la solución al enigma era simple. La caja tenía un doble fondo en un extremo, donde se escondía el compinche del falso brujo oculto tras una tela negra. Un truco simple pero muy efectivo, sobre todo entre los campesinos haitianos...
La gran ceremonia
Ni que decir tiene que la situación fue desagradable. Nunca resulta grato descubrir los fraudes. Fuese lo que fuese lo que Miguel Blanco vio 8 años atrás, lo que acabamos de presenciar era una imitación, que Jacques venía ejerciendo desde la muerte de su tío, para sacar el dinero a los nativos y a los extranjeros.
Con cierta amargura y desencanto al día siguiente acudimos a nuestra cita con el Maestro Garret. Afortunadamente teníamos otra oportunidad. Nos reunimos con los ayudantes de Garret en su casa. Y allí, antes de partir hacía un lugar que no quisieron revelarnos antes, pude conversar con su lugarteniente Phill, al que le comenté nuestra desmitificadora investigación del día anterior. "A nosotros no nos van a engañar con trucos de magia –dije a modo de advertencia". Phill muy serio, me explico que lo que ellos hacían era autentica magia. Y poco tardaría en descubrir cuan cierto era eso...
La espera se hacía interminable. Garret decía esperar a todos sus ayudantes, y por fin, en dos camioneta y un coche, salimos hacía el lugar del ritual.
Tardamos más de una hora en recorrer unos 40 kilómetros, hasta llegar a una playa desierta. El ambiente no podía ser más mágico. Una gran Luna llena presidía un cielo estrellado. Estábamos a solo un par de metro de la orilla, donde unas suaves olas del Caribe acariciaban las rocas entonando un suave ronroneo que añadía más magia a la situación. Y allí estábamos, 12 negros y 3 blancos esperando ver la materialización de "Astarot"... dantesco.
Los ayudantes de Garret comenzaron a trabajar enseguida; mientras unos se cambiaban de ropas, otros comenzaban a preparar las abundantes ofrendas (ron, dulces, pan, etc.) otros organizaban las velas e inciensos, y otros, dirigidos por Garret, comenzaron a dibujar tres grandes círculos rituales.
Los 3 círculos medían unos 2,5 metros de diámetro y estaban colocados a 10 metros cada uno del otro en línea recta. Según nos adelantaron, nosotros nos colocaríamos en el segundo circulo, con una gran estrella e David en el centro, rodeada de caracteres mágicos escritos en hebreo y latín. En el primer circulo, con un triángulo interior, se aparecería el diablo. Pedí permiso para hacer unas fotos, y se me concedió, siempre y cuando no molestase a los oficiantes, así que tuve que hacer las fotos muy deprisa y a cierta distancia. Se me advirtió que no podría hacer fotos durante la materialización salvo que "Astarot" me lo permitiese. Estaba dispuesto a ser completamente respetuoso con el ritual religioso y acepté. Sin embargo, a pesar de mi ansiedad personal como angustiado buscador, como investigadores asépticos, nuestra responsabilidad es ser críticos y prudentes.
Así pues, mientras Garret y sus ayudantes estaban distraídos con los otros dos círculos, Miguel Blanco y yo colocamos una grabadora de activación por el sonido entre unos arbustos que estaban justo al lado del circulo de materialización. Además cercamos todo el perímetro que rodea a ese circulo con hilo invisible, del que se utiliza en ilusionismo. Si "Astarot" aparecía en aquel circulo, los hilos invisibles no estaban rotos y la grabadora no captaba nada anómalo, debería reconocer que se había materializado de la nada... y estaba dispuesto a hacerlo si la experiencia era convincente.
Y comenzó el ritual. A diferencia del día anterior fue muy largo y tedioso. Garret y su asistente Phill, recitaban letanías en latín y francés. Otro ayudante quemaba inciensos, otro se ocupaba de las velas, un coro acompañaba los cánticos de Garret en ciertos momentos, otro subrayaba algunas frases con toques de campana... y todos nos encontrábamos dentro de los círculos de protección... "si salís del circulo durante la invocación – nos había advertido Garret- podéis morir". Solo él, como maestro oficiante, podía estar fuera del circulo de protección.
Estábamos de pie, firmes y tensos. Y pasaron 15, 30, 45 minutos... Nos dolían los pies y estábamos cansados. Continuaban los rezos y los cánticos. Yo había conseguido permiso para grabar en audio el ritual, pero tuve que parar la grabación por temor a quedarme sin cintas a media ceremonia. Además estaba empezando a odiar a un muchacho que quemaba los inciensos a mi lado, contra el viento. Ya empezaba a marearme con aquel pestazo a rosas... Una hora, hora y cuarto... y de pronto, entre los arbustos de la playa surgieron dos llamaradas enormes. "¡Ya están aquí! –gritaban todos- ¡Astarot y Asmodeus...!". La verdad es que la situación era dantesca...
De pronto escuchamos una voz profundamente grabe que salía de la oscuridad. Por más que forzábamos la vista no veíamos nada, pero la voz era muy clara. Garret se acercó a nosotros, los tres blancos, y nos dijo que uno solo podría acercarse para hablar con Astarot, y a mi me tocó el honor. Salí del circulo escoltado por Garret y 4 ayudantes.
Caminamos lentamente hacia el primer círculo y, un poco más allá del mismo, por encima de unos arbustos de unos 2 metros de altura, comencé a atisbar una forma humanoide. Pude distinguir entre las sombras un torso cubierto con una especie de túnica roja, y un rostro deforme muy desagradable. Me hicieron detenerme a unos 3 metros de "Astarot".
Inmediatamente me quitaron las cámaras de fotos que llevaba, la linterna y hasta una luz química que tenía atada a mi mochila. Y también me sacaron la grabadora, pero se la llevaron encendida, con lo cual todo lo que ocurrió entonces quedó registrado. Allí estaba yo. En un lugar remoto, en plena noche, rodeado de 5 brujos haitianos y a solo 3 metros de un legendario "diablo"... la verdad es que la situación era muy dantesca.
Mientras el diablo hablaba, escuchaba a su alrededor una especie de rugidos y silbidos, como de serpientes. "Muy arquetípico, demasiado arquetípico" – pensé. Garret, en todo momento me tranquilizaba. "Hay gente que se ha desmayado de miedo al estar ante él, pero no te preocupes que no te hará daño. Que no te domine el miedo...". Por fin, el "diablo" se dirigió a mi, siempre en creol, preguntándome quien era, de donde venía y que deseaba pedirle. Al parecer, tanto Garret como el mismo "Astarot" estaban acostumbrados a que la gente les pida dinero, favores materiales, poder... yo sólo le pedí poder acercarme más y verlo cara a cara. Al parecer mis palabras irritaron mucho a "Astarot". Mientras Garret me espetaba desconcertado "¿pero no tienes miedo?", dos de sus ayudantes me tomaban por los brazos indicándome que volviese al segundo circulo. Poco después el ritual concluía. Al parecer yo no había reaccionado como estaba previsto.
Mientras Garret y sus ayudantes recogían sus bártulos, pude zafarme del grupo y recoger la grabadora oculta. Al revisar los hilos invisibles descubrí que justo donde se había aparecido el diablo, el precinto se había roto. En la cinta magnetofónica, además, se habían grabados unos sospechosos pasos, y no de patas de cabra, que llegaban al lugar de la aparición. Sin duda, allí no se había materializado un macho cabrío... todo lo más un cabroncete disfrazado de demonio... Aquello era un sofisticado fraude. Confieso que perdí los nervios, y la situación se nos fue de las manos. Cegado por la rabia estallé gritando que eran unos embaucadores y que denunciaríamos el fraude en cuanto llegásemos a España, para que no pudiesen engañar a otros viajeros que acudan a Haití en busca de magia. Y se armó la bronca. La grabadora que me habían confiscado continuaban encendida y los oyentes del programa MUNDO MISTERIOSO han podido escuchar el escandaloso documento. Ante la lógica preocupación de Miguel –al fin y al cabo estábamos a 40 km. Del hotel en plena noche- la situación se me fue de las manos y me enzarcé en una muy acalorada discusión con los brujos. Omitiré los detalles, pero puedo decir que llegó a desenfundarse algún machete y algo más...
Al final conseguimos que nos devolviesen hasta el último dólar y que reconociesen que toda aquella elaborada puesta en escena era un sofisticado fraude.
Alerta a los buscadores sinceros
No sería justo desmerecer a la fascinante religión vudú por un puñado de estafadores, como no es justo condenar el cristianismo por los sacerdotes corruptos, o negar la percepción extrasensorial porque muchos son videntes fraudulentos. Sin embargo es importante que el investigador honesto tenga en cuenta que no solo en España hay falsos videntes, gurus de pega y pseudodotados. En Haití, el país más pobre de América, el vudú, además de una religión se ha convertido en una forma de sacar unos dólares a quien los tiene... el turista blanco. Además, algunas agencias de viajes, consciente o inconscientemente, colaboran ya con estos estafadores, incluyendo en sus destinos turísticos rituales de magia y brujería, como los que acabo de describir. Cuidado. Si decide acercarse a estudiar la fascinante magia del vudú, procure tomar sus precauciones y mantener siempre su sentido crítico. De lo contrario, el único fenómeno paranormal que vivirá será una inexplicable desmaterialización de su dinero... para-anormal, auténticamente para-anormal...
IMPORTANTE: Algunas de las grabaciones realizadas en Haiti durante el ritual de vudú que se relata en este articulo, están disponibles directamente en: http://elsecreto.mundomisterioso.com (sección multimedia) o http://jabber-hispano.org/mesias/modules.php?name=News&file=article&sid=89
Manuel Carballal (Publicado en EOC n2 23)