(Publicado en EOC nº 62)
Antropólogo
intrépido, pícaro fabulador, brujo, invento editorial… Mientras algunos
“escépticos” aún dudan de su existencia, el nombre de Carlos Castaneda se ha
hecho un eco para siempre en la historia de la literatura y el pensamiento
mágico. Autor de algunos de los libros
más vendidos en los años setenta y ochenta, creador de toda una corriente de
pensamiento, inspirador de peliculas y documentales, portada de la revista
Time… Carlos Castaneda es un mito. Pero también fue un personaje real a quien
Carlos Fernández pudo conocer y tratar… viviendo la experiencia con cierto
desencanto. El desencanto de conocer al
hombre tras el mito. Ahora lo cuenta su experiencia en exclusiva para El
Ojo Crítico.
Conocí a Carlos
Castaneda en el año 1995, durante una charla que brindo a sus seguidores de
habla hispana en cierto local masónico en una calle de los de Los Ángeles. Expectante al estar
tan próximo de el, pensaba en si tendría aquel porte de brujo con aspecto
intemporal, eternamente joven del que tanto le habían caracterizado mis
compañeras de viaje.
Tal y como me había
descrito un año atrás Concha Labarta, mi anfitriona en el "Nuevo
Mundo", nos encontramos con un hombre achaparrado, de hombros anchos, piel
cetrina, pelo cano y ligeramente ondulado. Su mirada era jovial, penetrante y
siempre estaba sonriendo. Sus ademanes eran vivos propios de una persona
inquieta, aparentemente nerviosa, caminando de un lado para otro en medio del
pequeño ruedo que apenas le dejábamos, rodeándole, mientras le contemplábamos
sin sacarle el ojo, llenos de curiosidad.
Todos sus modos
y gestos se me antojaban más propios a los de un actor que a los del sobrio
brujo con el que siempre había fantaseado. Curiosa ironía esta por haberle
encontrado por primera vez en un escenario en el que toda la magia que se puede
ver es la propia del celuloide. Tan pronto irrumpió en escena como una
estrella, caminando vivaz entre el público, saludo a todos entre entusiastas
aplausos con su ya clásica "coletilla": "Hola, soy Carlos
Castaneda". En este momento justo
se le cayeron al suelo las llaves que llevaba en su bolsillo.
Aprovechando este incidente y mirándolas con cara de sorpresa, primero hizo un ademán
de agacharse para recogerlas, al parecer frustrado (tal vez por su supuesta
enfermedad?), por lo que luego aprovecho para hacer una de sus acostumbradas
bromas al respecto y con voz irónica exclamo: "bueno, ahí se
quedan...". Después de lo cual prosiguió su presentación comenzando a
hablar del mundo "eternamente joven" de los guerreros del infinito.
Yo, perdido en
mis cavilaciones, seguía "erre que erre" a mí manera con lo
intemporal y pensaba: este hombre desprecia y se mofa de los gordos maestros de
Qi Gong y le gusta hacer gala de su porte juvenil. No solo aparenta ni mas ni
menos que la edad que supuestamente en el mejor de los casos se le supone sino
que, sin duda envidiaría el ver como muchos de esos obesos taoistas dejan a la
altura del betún tan prodigado rejuvenecimiento: sus cabriolas y ademanes fruto
de la practica férrea y no del etéreo "intento" plasman con
proverbial maestría tal habilidad. Vea si usted gusta el video de mi quería
maestra de Kung Fu en mi blog.....
Apenas llevábamos
unos pocos días asistiendo a los seminarios que la organización Cleargeen impartía
en las instalaciones de la Universidad de UCLA en un estadio de Baloncesto.
Diariamente acudíamos allí unas setecientas personas provenientes de todo el
mundo. Yo había acudido con un pequeño grupo de España liderado por la
malograda Concha Labarta: una compañera de fatigas, fotógrafa si mal no
recuerdo, una pareja de psiquiatras, una chica mexicana, mi buen amigo
“Miguelito” y una, al parecer, expareja preveniente de Canarias (Juan
Morales?).
Tome contacto
con Concha por primera vez un año antes gracias a la mediación de mi amigo
Manuel Caballal. Al poco tiempo, para mi sorpresa ella acompañada de una amiga,
tuvieron la amabilidad de venir a
Galicia durantes unos días a impartirme un seminario de introducción a una
disciplina que, como profesor del Tai Chi y Qi Gong me fascinaba: la Tensegridad. Los tres
trabamos buena amistad y finalmente acordaron pagarme el billete a Madrid cada
mes para hacer seminarios de Kung-Fu y Tai Chi, a la vez que proseguía mi formación
en el otro “camino del guerrero”.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEho8pMuactluvjGi56pBY0jyYG14zMtdZG5MvqtOX8Kl2QytkqxdOiKb3sgQ3WMhWuFzkrLq6ytsoXgGk7vdwqYGUeubIy1FAjd6sV15JdgTXEKgufDMvTZ9Zc0z-0uerQf2Lrk/s1600/castaneda_carlos1_mid.jpg)
Me fui sin
dudarlo con ellos a la que parecía ser la primera gran manifestación publica de
las enseñanzas de Don Carlos, supongo que, como muchos, preñado de ilusiones
por ver de cerca a este enigmático personaje.
Por las mañanas
practicábamos en el estadio la tensegridad
en sesiones multitudinarias dirigidas por los llamados “jóvenes aprendices” de
brujos. “Lo que cambio la cosa”, pensaba para mis adentros, aquello se parecía
mas a los grandes stages de Fitness a los que estaba acostumbrado que a una reunión
de brujos. Donde estaba aquel ambiente desértico donde el nagual le habría
aleccionado en esos pases de los que nunca antes había hablado en sus libros? Parecía
haber llegado la hora del “brujo urbanitas”. Acaso los caminos del Águila eran
tan inescrutables como los del Señor? Nada parecía tener el menor paralelismo
con un mundo de fantasías, paradójicamente extraído de unos libros de los que constantemente
citaba entre llantos, aquellas melancólicas genialidades del legendario Don
Juan.
Los pases mágicos
pese a que ya conocía muchos de ellos, siempre se me antojaban toscos y un
tanto teatrales cuando no ingenuos. Cualquier maestro de Qi Gong sabe que sus
ejercicios tienen mucha mas “miga” que aquellos ademanes del intento,
claramente inspirados en nuestras disciplinas, así como en otros mas propios de
los bailes populares... pero siempre quedaba el misterio fácil: al parecer no
es la complejidad o lo especial del gesto sino el intento dejado en ellos por
los brujos. Puestos así uno se callaba y seguía adelante en denodado intento
por sentir como brotaba ese ímpetu energético
que al parecer dejaba a los hormigueos del qi en meras bagatelas. Después nos
hablaba jocoso entre carcajadas de los asistentes como su maestro de Qo Gong se
había caído por las escaleras, ridiculizaciones del water de su profesor de
facultad un tal Gardfinkel y como Alan
Wats le había hecho propuestas deshonestas. To eso debidamente amenizado por
frecuentes excavaciones escatológicas sobre el tamaño del miembro de Don Juan y
otras inmundicias sublimadas por la segunda atención. Yo no veía en eso más que
segundas intenciones por supuesto.
Cuando caía la
tarde acudíamos elegantemente trajeados (así lo ordenaba el protocolo), en un
ambiente de formalidad que poco pegaba con ese look tan escatológico, histriónico
e informal que tanto les caracterizaba. Escuchábamos charlas del nagual y de
las brujas que eran traducidas simultáneamente
por la que, según me dijeron era Zoraida, el “explorador Naranja” (la
“hija energética” del Nagual?)... genes o no en común les aseguro que pese a
parecerme todo una farsa no lo hacían mal: cuando el Nagual rompía a llorar,
ella al mismo tiempo hacia lo mismo sin dejar de traducir sus palabras como su
llanto. Que buenos actores, me decía: es este el teatro de lo real del que
hablan en su Arte del Acecho?.
Ni que decirles
tiene que ese mundo urbano del brujo estaba más que asesorado no solo por el
teatro sino por el Marketing. En cada sesión nos esperaban con toda una hilera
de tenderetes en los que las mismas delegadas que nos vendían toda suerte de artículos
de brujería: los libros por supuesto (aquellos de los que luego mas tarde nos decía
imperativamente: quemadlos?), objetos de poder, y muchos que ya no recuerdo
pero los que mas me impactaron fueron aquellas camisetas que decían con letras
chillonas “Killers of self importance”. Eso me dejo atónito: creía que esa exclamación
era algo más silencioso, algo más sutil que una consigna revolucionaria al más
estilo Hippie. Pero, después de todo, llegados hasta aquí, gastado el
presupuesto de mis vacaciones, casi peleado con mi pareja, decidí seguir
adelante y dejar de lado mis “prejuicios”. Después de todo como me decían: el
camino del brujo es como firmar un cheque en blanco. Así que puestos a hacer
teatro me dije: adelante con la copla, viva la disonancia cognitiva.
Una de esas tardes se presento Taisha Abelar y
nos impartió una de esas doctas conferencias de lo irreal, relatándonos como
viajaba en avión acompañada de un ser inorgánico. Este era algo parecido a una
especie de morsa voladora que por supuesto se desplazaba al lado del avión,
volando como Suerman, como un perrito faldero encariñado con su dueña. Después
de leídos los libros esto entraba mas o menos crédulamente en nuestra ya de por
si dilatada fantasía, pero lo mejor llego cuando nos dijo que por la tarde lo traería
allí y nos dejaría verlo. Que expectación hubo en la sala: todo era un mar de
murmullos al respecto. Ni que decir tiene que, como ya supondrán, por la tarde
llego el turno del nagual que tornando en severo tono su histriónica versión al
respecto, dijo tajantemente que le había prohibido tan atrevida función. Tal
vez temía nuestro gurú de lo insólito otro mar de pánico a lo Orson Welles? Acabaría
su mascota, casi extraterrestre, en las salas de disección de la Nasa?
Pudimos ven también a la explosiva rubia
Florinda Donner: tanta dinamita energética fue como un soplo de entusiasmo para aquellos que preferían
su estilo más ambiguo que juvenil. De ella no recuerdo nada especialmente
destacable como tampoco de su otra supuesta hija, el explorador Azul, todas
ellas uniformadas con su peculiar moda de hechiceros modernos (como alguna de
mis amigas) con los hábitos del pelo corto, teñido a veces en mechas blancas y
ropas “de batalla”. Taisha con su feminidad parecía contrastar de ese look.
Si esto les puede parecer sospechoso, le diré
que el día de mi decepción mayor llego cuando soltaron otra de sus bombas
cognitivas: esa noche íbamos a Ver (todos) la energía: ya no era necesario
pasar todos los cangeles del viejo nagual en las tétricas cuevas de los brujos
para esa hazaña: allí estaba el nagual dispuesto a apuntarnos con su meñique y
de un plumazo darnos la E-Videncia de su mundo. Hicieron salir al estrado
a un grupo de unas diez personas a las
que dispusieron en fila. Imagínense un número de hipnotismo de cualquier
magazine de la TV: tal cual estamos acostumbrados a ver hacían una señal con
los dedos entre los ojos del paciente y este caía en brazos de una persona que
le recogía por detrás y le depositaba en el suelo. Seguidamente nos hicieron
cerrar los ojos a todos y sin muchas mas explicaciones así nos dejaron...
Pasaron los segundos, los minutos, bien largamente estimo que ella media hora y
NADA, esa cortina de negro azabache de vez en cuando destilaba formas vagas, mas
fruto del deseo, contrariado por no topar el
menor resplandor. así, poco a poco, mientras escuchaba sonidos de como
la gente se iba levantando cansada de esperar en vano, algunos atrevidos
abrimos los ojos (bueno los parpados mas bien) y pudimos constatar como la
mitad de los espectadores ya se habían ido. En cuando a los brujos ya no
quedaba ni uno en el palco. La función había terminado pero sus durmientes
voluntarios yacían allí todavía: quien sabe si soñando o ensoñando. Nadie parecía
dar la menor muestra de desencanto sino más bien de desconcierto. Después de
todo llegados tan lejos, lo primero aun nos daba opciones de algo más, mientras
que lo segundo nos relegaba a la más amarga de las conclusiones: abrir los ojos
y no solo los parpados después de tan ilusionista espectáculo.
Una chica de New York al día siguiente me
decía, alucinada, haber visto como ellos repartían bolas de luces para todos
los presentes. Sus ojos exaltados parecían más invadidos por el fanatismo que
por la energía. Para mi fuero interno cada vez estaba mas claro que aquello era
la perfecta imagen, la experiencia de mi vida en cuanto a ver desde dentro como
funciona una secta. Destructiva o no tenia todos lo elementos en la mesa y yo había
a su vez puesto toda la carne en el asador.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1nTkUOtatRVJezf4OGTdui_DyJbo9AbHVNb55Xkl9oAE4pvG4icOlDl8li3koNwh60MI0fGQl6_OxXKbOihirCbplr8ETG4V2jM8mKG_I9Dc9FL8S719B_oS1kFEHugeX2Fx9/s320/castaneda5.jpg)
En una ocasión todos pudimos ver como un espontáneo
que se coló en las instalaciones para hacer una foto, apenas llego a la grada cuando un fornido policía se le echo
encima y dio al traste con su valiosa foto del nagual.
El penúltimo día se organizo una gran fiesta de despedida en
la Tensegridad: tocaba esta vez practicar los pases de bailes latinos de Silvio
Manuel, el bailarín en los que supuestamente habría dejado impreso a golpe de
zapato el intento mágico (esta vez flexible)de los brujos. Todo eso de bailarle
salsa al infinito se me antojo el colmo del acecho y decidí rendirme a la
evidencia y optar por un buen paseo por el campus de UCLA, en el campo de
futbol sentado en la hierba y mirando para una ardilla que hizo aparición por
allí me dije: será esto otra señal para que recapacite y vuelva al ruedo/nido? O
será si una como tantos miles de otras
que han pasado en mi vida, por mis ojos y no he sabido apreciar? Necesito estar
ahí dentro aborregándome para contemplar el misterio? O está ahí fuera en cada
pequeño fenómeno que por cotidiano y corriente despreciamos en aras de una energía
que se antoja predadora, manipuladora y arrojadiza?
Para los adoradores del Nagual tengo que
decir que no todo son agrias palabras desde un ojo crítico, sino también dignas
alabanzas de oído fino de muchas cosas
que (meritos suyos o plagios de otros saberes más dignos de crédito) nos deja
ese legado, novelesco o no del linaje de los brujos.
Desde los luceros ella tal vez nos mire
ahora y nos guíe. He estando estos años esperando para escribir este artículo.
Solo el recuerdo de ella me ha animado a hacerlo. Después de todo por conocerla
valió la pena. Desde aquí te brindo al modo que, amiga mía, te hubiera gustado más:
hasta pronto, estés donde estés.
Carlos Fernández*
*Profesor de artes marciales